lunes, 11 de junio de 2012

Marilyn Monroe, un icono de la belleza clásica
 
Marilyn Monroe se constituye en un símbolo mundial de la belleza clásica femenina, desde sus inicios se destacó por su participación en distintas películas, fue modelo fotográfica, además de ser uno de los primeros símbolos sexuales del mundo.
Un delineado en los ojos, la inolvidable boca roja, un sexy lunar en la mejilla son algunas características de esta bella mujer que cautivo a miles de hombres y que incluso después de muchos años y a pesar de ya no estar presente lo sigue haciendo y muchos la siguen recordando.
Conozcamos acerca de la vida de esta gran artista e ícono mundial.

Marilyn Monroe, de verdadero nombre Norma Jean Baker (o Norma Jean Mortenson, apellido de su padrastro), nació el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles, en el estado norteamericano de California. Hija de Gladys Baker, quien nunca le comunicó la identidad de su padre, su primera infancia fue muy dura. Su madre la dejó en manos de un matrimonio amigo hasta que cumplió siete años; entonces se la llevó a vivir consigo. Pero un año más tarde Gladys fue internada en un sanatorio psiquiátrico en el que se le diagnosticó una esquizofrenia paranoide, enfermedad que luego Marilyn creería haber heredado, especialmente cuando era internada por sus frecuentes depresiones. Su infancia y adolescencia transcurrieron entre un orfanato (en el que ingresó a la edad de nueve años y trabajó como ayudante de cocina), la casa de sus abuelos y las de varias familias que la adoptaron. En una de estas casas de acogida sufrió al parecer abusos sexuales por parte del cabeza de familia cuando contaba ocho años.



De modelo a actriz
Ese mismo año de 1946 un fotógrafo de modas la descubrió y la convenció de que se hiciera modelo. Así, la aún llamada Norma Jean comenzó su carrera como modelo bajo la tutela de la agente Emmeline Snively, que le sugirió cambiar el color de su cabello, que era castaño de nacimiento, por el característico rubio platino. Durante esta época, Norma Jean realizó un sinfín de campañas publicitarias, siendo muy recordadas las que hizo para anunciar trajes de baño. Paralelamente, su carácter inquieto y deseoso siempre de adquirir nuevos conocimientos la llevó a tomar clases de arte dramático en el Actor's Lab de Hollywood y a asistir a cursos de literatura en la Universidad de Los Ángeles (UCLA).
El rostro de la modelo comenzaba a ser muy conocido. Sus innumerables trabajos publicitarios hicieron que en 1947 el magnate Howard Hughes, propietario de la compañía cinematográfica R.K.O., le ofreciera hacer unas pruebas de pantalla con el objeto de saber si podía dar juego ante una cámara cinematográfica; pero Norma Jean prefirió aceptar una oferta de la 20th Century Fox para trabajar unos meses como actriz de reparto. Intervino en tres películas olvidables en los que no fue debidamente acreditada, y ya entonces se verificó el cambio de nombre: Norma Jean pasó a llamarse Marilyn Monroe. Uno de sus primeros papeles era de figurante entre una multitud; se trataba de la película de Frederick Hugh Herbert Scudda Hoo! Scudda Hay!, con June Harver. En un momento del film, Marilyn se separaba del grupo para saludar a la actriz principal. Esta escena, sin embargo, se cortó luego en el montaje, y Marilyn recordaba algunos años después: "Una parte de mi espalda es visible en un plano, pero nadie lo supo aparte de mí y algunos amigos íntimos."
Un año después la Fox rehusó renovarle el contrato, por lo que aceptó uno nuevo de parecidas características en Columbia. Para esta compañía actuó en la comedia musical Ladies of the chorus (1948), de Phil Karlson. Marilyn era una modesta bailarina de striptease llamada Peggy Martin y cantaba dos canciones. Para preparar este papel recibió lecciones del director musical de la Columbia, Fred Karger, con quien se cree que mantuvo relaciones íntimas. Al año siguiente participó en el que sería el penúltimo filme de los hermanos Marx más o menos al completo (Groucho, Harpo y Chico), Amor en conserva(Love Happy), de David Miller. En la película, Marilyn contoneó sus caderas con tanta donosura que Groucho, que interpretaba al detective Sam Grunion, manifestó por ella con su proverbial histrionismo un bullicioso deseo.

Un triste final
Su última aparición cinematográfica, si descontamos la incompleta y no estrenada película de Cukor Something´s got to give, fue para muchos críticos y aficionados el mejor trabajo de cuantos realizó Marilyn Monroe. Vidas rebeldes(The Misfits, 1961), de John Huston y con guión del aún marido de Marilyn, Arthur Miller, era un filme elegíaco, tocado con la rara cualidad de lo irrepetible, que unía en la pantalla a tres grandes actores, Clark Gable, Montgomery Clift y Marilyn Monroe, tres estrellas que además estaban atravesando por distintos motivos unos momentos personales especialmente delicados. Una historia de perdedores, tan del gusto de Huston, que en un último crepúsculo encontrarán al menos un lugar donde poder descansar y compartir sus experiencias con alguien. Intensa y emotiva, quizá este papel fue el mejor regalo que pudo hacer a Marilyn Arthur Miller, con quién se divorciaría poco después, el día 21 de enero de 1961, justo una semana antes del estreno de Vidas rebeldes. Su sentida interpretación de la divorciada Roslyn Taber, que encuentra un nuevo amor en el personaje que encarna Gable, volvió a ser destacada en 1962 con un nuevo Globo de Oro.
Los últimos meses de la vida de Marilyn presentan una serie de zonas oscuras que probablemente nunca lleguen a esclarecerse, como su relación con el entonces presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, que parece probado que fue de naturaleza íntima, o más tarde con el hermano de éste, el senador Robert Kennedy, en la que algunos indicios pueden hacer pensar que fue tan sólo de amistad. De cualquier modo, los nombres de ambos aparecieron entonces y siguen apareciendo hoy en el asunto de la muerte por suicidio de la actriz, que falleció el 5 de agosto de 1962 a causa de una sobredosis de barbitúricos en su casa de Brentwood, California.
A las 3 de la madrugada, la señora Murray, su ama de llaves, la encontró en la cama en una postura extraña, con el teléfono fuertemente aferrado en una de sus manos y las luces encendidas. Un frasco vacío de Nembutal encima de la mesilla atestiguaba la ingestión masiva de pastillas por parte de la estrella. El médico forense certificó su muerte y expresó su convencimiento de que se trataba de un suicidio. En años posteriores, una auténtica industria del escándalo, de la que formarían parte la prensa amarilla, la de extrema derecha y un Norman Mailer arruinado y angustiosamente necesitado de dinero, especularon incansablemente sobre la relación entre su muerte y los hermanos Kennedy.
No era la primera vez que había ingerido una sobredosis de barbitúricos combinada con alcohol: exactamente lo mismo había ocurrido en la primavera del año anterior, poco después de la separación de Miller y del estreno deVidas rebeldes. La policía, extrañamente, no reveló el nombre de la sustancia que había tomado Marilyn, e incautó y rehusó hacer públicas las cintas magnetofónicas de la compañía de teléfonos en que estaban grabadas las llamadas que efectuó la noche de su muerte. Esto no hizo más que confirmar las sospechas de que Marilyn llamó a alguien en busca de ayuda, alguien cuya alta posición pública no le permitía afrontar el escándalo que hubiera supuesto verse envuelto en semejante asunto.
Pese a la infinidad de biografías y libros que sobre ella se han escrito (incluyendo su autobiografía, aparecida póstumamente en 1974), en los que se ha podido percibir esa otra Marilyn que no se ajusta al tópico, aún hoy sigue apareciendo en primer lugar, o en un lugar muy destacado, en toda clase de rankings más o menos frívolos: en 1995 fue votada por los lectores de la revista inglesa Empire como la actriz cinematográfica más sexy de todos los tiempos; la misma revista, en 1997, la situaba como la octava estrella del cine (masculina y femenina) más grande de todos los tiempos; y en 1999, la americana People Magazine la consideraba la mujer más sexy del siglo.

En definitiva, a pesar de los denodados intentos que Marilyn Monroe llevó a cabo en vida para ser considerada de manera distinta a como se la veía, difícilmente desaparecerá nunca de la imaginación colectiva como uno de los íconos eróticos del siglo XX. La imagen de La tentación vive arriba, con blusa y falda plisada blancas que se le levantan y agitan cuando pasa sobre un respiradero del metro de Nueva York, ha quedado indisociablemente unida a su nombre. Su desaparición en plena juventud, y en la cumbre de su fama como actriz y como mito erótico vivo, no hizo más que acrecentar la leyenda.

Redacción: Cecilia Ramos.
Fuente: www.elmundo.es